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¿Qué significa El Eternauta? Origen y legado de la historieta argentina más icónica
En un país donde la ciencia ficción no ha sido el género dominante, El Eternauta se erige como una obra única e insoslayable. Publicada por primera vez en 1957 en la revista Hora Cero, la historieta creada por el guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López sorprendió a los lectores argentinos con una propuesta que desafiaba el paradigma del héroe individual, al tiempo que situaba la acción en escenarios reconocibles de Buenos Aires: las Barrancas de Belgrano, la cancha de River Plate, el Congreso de la Nación.
¿Por qué un relato de invasión extraterrestre cautivó tanto? Tal vez porque detrás de la nieve mortal que cae sobre la ciudad hay algo más profundo: una metáfora sobre el miedo, la resistencia y la esperanza.
Una historia nacida en lo cotidiano
El Eternauta nació, según palabras del propio Oesterheld, como “un cuento corto de 70 cuadros”. Pero su potencial narrativo fue tan grande que se expandió en una obra serial de más de 350 páginas. Su germen fue un pensamiento íntimo: “Pensé en mí mismo, en mi familia, aislados en nuestro chalet, y comencé a plantearme preguntas”.
Oesterheld no imaginaba un héroe con superpoderes o habilidades sobrehumanas. Su protagonista, Juan Salvo, es un hombre común que juega al truco con amigos, que cuida a su esposa e hija, y que debe enfrentar lo extraordinario desde lo humano. Este contraste entre la vida cotidiana y la amenaza inverosímil de una invasión alienígena otorga a la historieta una potencia emocional pocas veces vista en la literatura gráfica nacional.
La “nevada mortal” que mata al contacto funciona como catalizador: convierte a Buenos Aires en un paisaje post-apocalíptico, donde la supervivencia es tarea colectiva. Así, el relato se convierte en una reflexión sobre la solidaridad, la organización, la acción en conjunto frente a lo desconocido.
El héroe colectivo: una declaración política
“El único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual”, escribió Oesterheld en el prólogo de la edición recopilatoria de El Eternauta. Esa frase sintetiza una mirada profundamente política.
Oesterheld no concebía al individuo aislado como salvador. Frente a un enemigo invisible y abrumador (¿la dictadura? ¿el imperialismo? ¿la muerte?), sólo el grupo humano puede oponer resistencia. Y no se trata de una utopía: a medida que el relato avanza, muchos personajes mueren, se equivocan, dudan. Pero lo hacen en colectivo. En el fondo, El Eternauta es una fábula de resistencia popular.
Esta postura no fue casual ni neutra. En los años 60 y 70, Oesterheld se volcó con mayor fuerza al compromiso político. Colaboró con agrupaciones de izquierda y escribió biografías gráficas del Che Guevara y Eva Perón. Finalmente, él mismo se unió a la militancia montonera, lo que marcó su destino: fue secuestrado y desaparecido por la dictadura militar en 1977. Sus hijas también fueron víctimas del terrorismo de Estado.
El significado del nombre
“El Eternauta” no es un título al azar. En el relato, Juan Salvo se convierte en un viajero del tiempo y el espacio, condenado a navegar infinitamente por distintas dimensiones en busca de su familia. Es un “nauta” —como astronauta o cosmonauta— pero no de los mares o del cosmos, sino del tiempo.
El nombre sintetiza su tragedia: es eterno porque nunca puede detenerse. Su historia es la de todos los desaparecidos que quedaron atrapados en un tiempo suspendido. Es también la memoria persistente de un país que no puede —ni debe— olvidar.
En su carácter de viajero eterno, Juan Salvo representa a todos aquellos que lucharon, resistieron y soñaron con un mundo mejor. Su imagen, con el traje improvisado y la máscara contra la nevada mortal, es un ícono que trasciende el género para convertirse en símbolo cultural y político de la Argentina contemporánea.
El Eternauta sigue siendo, más de seis décadas después, una obra que interpela y emociona. No es solo ciencia ficción: es denuncia, es memoria, es identidad. En cada relectura, en cada nueva adaptación, la historia de Juan Salvo resuena con nuevas capas de sentido, recordándonos que el verdadero heroísmo nace en lo colectivo, en lo cotidiano, y en la esperanza que persiste incluso cuando cae la nieve mortal.
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